Cada cierto tiempo, emerge en el mundo un nuevo paradigma que orienta y establece las condiciones y visiones para el desarrollo (Pérez 2010). En los últimos 300 años, los
paradigmas tecno-económicos consideraban dos supuestos y que están cambiando. En los últimos 30 años ha pasado de “acceso irrestricto a los recursos naturales” al “desacople del
uso de recursos naturales del crecimiento económico” (PNUMA 2011), y de “contaminar no cuesta” a “el que contamina paga” (Fressoz 2013; Meyer 2017).